sábado, 14 de abril de 2018

Érase un hombre a un móvil pegado

El móvil gana la partida: es fácil de llevar, es agenda, linterna, GPS, cámara de fotos...

Un 'auténtico amigo' que a veces nos aísla de la gente real



Según un estudio de la compañía estadounidense de investigación tecnológica Unisys, una persona tarda como promedio 26 horas en denunciar el robo de una cartera, pero si el objeto perdido es un teléfono, la denuncia se produce a los 68 minutos.
Resultado de imagen de nomofobiaPerder el móvil supone quedarse fuera de una parte importante de la realidad: lo que sucede en Internet. También significa que no se estará disponible, que no se le podrá encontrar por las vías ordinarias. Léase, llamada, mensaje, e-mail, WhatsApp. Hay quien asume la desconexión como un reto o como una excentricidad, pero hay muchos que no se lo pueden permitir; otros que preferirían no hacerlo, y unos pocos que viven la pérdida de la conectividad con angustia. Son los que cargan a todas partes con una batería de repuesto y los cables de conexión; los que monopolizan el enchufe más cercano del sitio en el que acaban de entrar, y solo entonces se sienten tranquilos, porque les da pavor quedarse desconectados.
En una encuesta realizada en Reino Unido, los participantes equipararon el hecho de “no estar en el móvil” con suce­­sos estresantes de la vida como un divorcio o una mudanza. Cuando uno está desen­­chufado imagina que están sucediendo muchas cosas: se ha producido esa llamada de trabajo importante, ha pasado algo grave en la familia y nadie ha podido avisarle, el único e-mail del día que no podía esperar yace en el buzón sin que ni siquiera se pueda leer el asunto. Luego, cuando se recupera la conexión (y el aliento) se comprueba que todo sigue igual.
Como no podía ser de otra manera, unos expertos anglosajones, concretamente británicos, acuñaron en 2008 la nomofobia (acrónimo de no mobile phobia) y la describieron como el miedo a no estar en contacto por el móvil, un sentimiento que, según sus estimaciones, podrían estar incubando el 53% de los usuarios de este servicio de telefonía de Reino Unido. 
Lo que está bastante claro es que se ha creado una nueva necesidad: estar conectados las 24 horas y los 7 días de la semana. “La naturaleza absorbente del dispositivo y la información en tiempo real arrastran a los usuarios, la intermitencia y la respuesta constante del otro lado refuerzan esa sensación. "Todo esto provoca que la gente viva extasiada en sus teléfonos e ignore la vida que pasa por delante”, explica Robert Sutton, profesor de la Universidad de Stanford. Y precisamente, la capacidad de abstraernos de la realidad circundante es uno de los grandes atractivos del teléfono: un 13% de los usuarios fingen usarlo para evitar interactuar con la gente que tiene alrededor, y otro abrumador 43% de ellos se entretienen con el teléfono porque lo que tienen cerca les parece aburrido.
El don de la omnipresencia del que los teléfonos móviles han dotado a los humanos ha traído como consecuencia la invasión de espacios que hasta hace una década estaban más o menos definidos. “Es un hecho que la casa ha invadido el trabajo y el trabajo ha invadido la casa, y no parece que los límites puedan volver a ser restaurados”, ilustra Lee Rainie. Este experto explica que "las personas usan sus dispositivos para acceder al correo electrónico corporativo allá donde estén: en casa, cenando con amigos o de vacaciones al otro lado del mundo”. 
A estas alturas, la relación con su telé­­fono es emocional, y en caso de que se lo roben el disgusto será máximo. Habrá perdido mucho más que un teléfono con su agenda de contactos. Se habrá quedado sin sus fotos, su despertador, su brújula, sus mapas, su GPS, su linterna, su espejo, sus juegos, su hombre del tiempo, su compañero en los interminables viajes de metro, sus playlists para correr, su música, su teléfono inteligente más inteligente que usted… ha perdido un amigo.

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