sábado, 14 de abril de 2018

Barroco lírica: Góngora

220px-luis_de_gc3b3ngora_y_argote.jpg (220×277)"La grandeza de una poesía no depende de la magnitud del tema, ni de sus proporciones ni sentimientos. Se puede hacer un poema épico de la lucha que sostienen los leucocitos en el ramaje aprisionado de las venas, y se puede dar una inacabable impresión de infinito con la forma y olor de una rosa tan solo.”
Federico García Lorca: “La imagen poética de Luis de Góngora

Biografía
Don Luis de Góngora y Argote (1561-1627) nació en Córdoba y fue el máximo representante del culteranismo. Estudia en Salamanca y recibe las órdenes mayores aunque siempre había manifestado su intención de librarse de sus obligaciones eclesiásticas y establecerse en la Corte. Gracias al duque de Lerma, lo consigue en 1617 y es nombrado capellán de Felipe III, para lo cual es ordenado sacerdote a los cincuenta y cinco años.
Tras la muerte de Felipe III se ve envuelto en una serie de dificultades provocadas por la pérdida del favor que había gozado con este monarca, y, sobre todo, por su afición al juego. Su despiadado enemigo, Quevedo, hará continuas referencias a la condición de sacerdote de Góngora y a su afición a la bebida y al juego. Así llegará a decirle que de la sotana no tiene sino la sota, en un claro juego de palabras entre el hábito sacerdotal (sotana) y un naipe de la baraja (la sota).
Además de las penurias económicas y vitales a las que hubo de enfrentarse Góngora, las rivalidades literarias tuvieron gran importancia en su vida. Lope de Vega y Quevedo se muestran enemigos acérrimos del escritor cordobés y, si bien la pugna entre Góngora y Lope se mantiene en el ámbito literario, la lucha con Quevedo llega a los niveles personales y vitales. Quevedo compra la casa donde vivía Góngora para que este, muy enfermo, en la miseria y con sesenta y cuatro años, se vea obligado a abandonarla y a regresar a Córdoba para morir, en mayo de 1627.

Obras

Poesía popular
La poesía satírica y provocadora de Góngora
Góngora poetiza los acontecimientos de su vida en letrillas, romances y sonetos en los que a menudo nos muestra su visión de la vida: unas veces crítica y otras alegres y desenfadada.
En sus poemas no deja títere con cabeza, se mete con todos: nobles y pueblo, damas y enamorados, y juega con las palabras descomponiéndolas para formar nuevos significados.
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Aquí tenéis uno de sus romances amorosos con estribillo más conocido:                                         
La más bella niña
De nuestro lugar, 
Hoy viuda y sola 
Y ayer por casar, 
Viendo que sus ojos 
A la guerra van, 
A su madre dice, 
Que escucha su mal:
Dejadme llorar 
Orillas del mar.

Pues me distes, madre,
En tan tierna edad 
Tan corto el placer, 
Tan largo el pesar, 
Y me cautivastes 
De quien hoy se va 
Y lleva las llaves 
De mi libertad,
Dejadme llorar 
Orillas del mar (...)

Dulce madre mía, 
¿Quién no llorará, 
Aunque tenga el pecho 
Como un pedernal, 
Y no dará voces 
Viendo marchitar 
Los más verdes años 
De mi mocedad?
Dejadme llorar 
Orillas del mar.

Váyanse las noches,
Pues ido se han 
Los ojos que hacían 
Los míos velar; 
Váyanse, y no vean 
Tanta soledad, 
Después que en mi lecho 
Sobra la mitad.
Dejadme llorar 
Orillas del mar.

Poesía culta
Los sonetos
El soneto es en Góngora, como en la mayoría de los poetas de la época, la composición breve más utilizada, pues la versatilidad de la esta forma la hacía adecuada para cualquier tema. 
En este famosísimo soneto se puede ver la versión barroca de un tópico que vimos en el Renacimiento, el “Carpe diem” o invitación a gozar de las alegrías de la juventud y la belleza mientras estas duren. En Góngora este tópico aparece teñido de la angustia del paso inexorable del tiempo y la cercanía de la muerte. En la búsqueda de la belleza las metáforas se superponen y las figuras se enlazan, pero la descodificación es posible porque los tropos se asientan en correspondencias lógicas y constantes. La realidad queda velada por las figuras retóricas, pero a su vez es desvelable por las exactas correspondencias. Es un magnífico ejemplo de la figura retórica de la correlación: una serie de elementos se distribuyen en el texto y luego se recogen agrupados en otra serie con la que se corresponden. Tiene dos fases: la diseminación y la recolección. Góngora disemina en los dos cuartetos los rasgos físicos de la mujer, uno cada dos versos, y luego los recoge —los recolecta— en el primer terceto.
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En este otro soneto el cordobés avisa de los efectos engañosos del amor:
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Fábula de Polifemo y Galatea
Tal vez refleje como ninguna otra obra la lucha del hombre barroco entre la realidad y el deseo. Escrita en octavas reales, utiliza materiales de la Odisea, y, sobre todo, del poeta latino Ovidio. Polifemo es un cíclope (gigante descomunal de un solo ojo) enamorado de la ninfa Galatea quien, a su vez, ama al pastor Acis. Los celos del cíclope le llevan a matar a su competidor arrojándole una roca, pero Galatea consigue que los dioses lo transforman en río.
Así pues, Góngora utiliza un tema especialmente grato para el Barroco: el deseo y el odio, la belleza y la monstruosidad, el amor imposible… son motivos muy apreciados por una sociedad atormentada. 
Las Soledades
En 1613, Góngora distribuyó sus Soledades en copias manuscritas. La obra desató en Madrid la más agria polémica literaria de la época. Lo que más chocó a sus detractores fue el ver todos los recursos de la poesía culta barroca usados para describir “gallos y gallinas… con otras semejantes raterías”, como le acusa Pineda. Y es que Góngora eleva a la categoría de sublime, gracias a su lenguaje ennoblecedor y al uso del endecasílabo, las cosas más sencillas y rústicas, hasta ese momento circunscritas a la poesía popular en metros cortos.
Se trata, sin duda, del poema más original y de más difícil comprensión del poeta cordobés. Escrito en silvas (1091 versos la primera y 979, la segunda), su argumento es tan sencillo que parece solo un pretexto para que el poeta luzca sus habilidades: un joven náufrago que ha sido despreciado por su amada, llega a la costa y es acogido por unos cabreros. Pasa con ellos la noche y, a la mañana siguiente, emprende su camino. 
Según el crítico Pellicer, Góngora trataba de reflejar en las Soledades las etapas del hombre. En la primera simbolizaría la juventud; en la segunda, la adolescencia, con las artes de la pesca y la caza; la tercera y la cuarta (que no fueron escritas) serían un símbolo de la madurez y senectud al contarnos la organización económica y política de una comunidad.

Trascendencia de Góngora

Góngora fue un autor despreciado en el siglo XVIII, ni al romanticismo ni al naturalismo les interesó el arte aristocrático, refinado de Góngora. La recuperación de Góngora vino de Francia, de los poetas simbolistas. Un gran poeta, Paul Verlaine, que no sabía español, volvió los ojos a Góngora y, a partir de él los poetas de la Generación del 27 reivindicaron su figura.
El grupo de poetas que se estudia generalmente agrupado bajo el rótulo Generación del 27 (Federico García Lorca, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Dámaso Alonso, etc.) realizó en 1927, de ahí precisamente viene el nombre dado al grupo poético, un homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla en el tercer aniversario de su muerte (1627-1927). 
La fotografía que tomaron con ocasión de este homenaje se ha considera siempre la “foto de grupo” de la Generación del 27.

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