BIOGRAFÍA
Francisco de Quevedo y Villegas nació en 1580 en el seno de una familia aristocrática. Estudió con los jesuitas y en las universidades de Alcalá y Valladolid. Fue uno de los hombres más cultos de su época. Hablaba correctamente italiano, francés y portugués, y leía y escribía latín, griego y hebreo. De 1613 a 1620 desarrolló una intensa labor política y diplomática al servicio del duque de Osuna; a partir de esta última fecha sufrió el destierro y la cárcel. Entre 1639 y 1643, acusado de espionaje, volvió a ser encarcelado en la prisión de San Marcos de León. Al final de su vida se vio acosado por diversas enfermedades y dificultades económicas. Fue enemigo acérrimo de Góngora, con quien mantuvo una agria polémica. Murió en Villanueva de los Intantes (Ciudad Real) en 1645.
OBRA
La poesía de Quevedo es muy abundante y variada, tanto en temas como en registros. Utiliza el tono serio y reflexivo, el apasionado, el burlón y hasta el obsceno con distintas intenciones: expresar el sentimiento amoroso, la pesadumbre ante la fugacidad de la vida o hacer agudas críticas y sátiras. También son variados los esquemas métricos: sonetos, romances, silvas, canciones, etcétera.
Poesía metafísica
Se trata de composiciones de tema moral, filosófico y religioso, de tono grave, que ofrecen una visión pesimista de la vida, entendida como camino hacia la muerte. El poeta se muestra constantemente preocupado por la fugacidad del tiempo y desengañado por lo vanas que resultan ser todas las cosas, destinadas irremediablemente a desaparecer.
El pesimismo en Quevedo se centra en la angustia por envejecer y por morir, la amargura por el rápido paso del tiempo. Escribió Quevedo en una carta: “Hoy cuento yo cincuenta y dos años, y en ellos cuento otros tantos entierros míos. Mi infancia murió irrevocablemente; murió mi niñez, murió mi mocedad; ya también falleció mi edad varonil. Pero ¿cómo llamo vida a una vejez que es sepulcro, donde yo mismo soy entierro de cinco difuntos que he vivido?”. Poesía amorosa
Siguiendo la línea de los poetas renacentistas, Quevedo retoma en su poesía amorosa los elementos de la tradición petrarquista: la amada inalcanzable, el sentimiento inquebrantable hacia ella, la silenciosa queja del amante herido de amor, etc., pero adapta estos tópicos a la perspectiva de su propia época con vetas de sombría y, a la vez, apasionada expresión del afecto. En esta perspectiva, dominada por la presencia constante de la muerte, el amor se muestra como una fuerza que permanece más allá del final de todas las cosas.
El amor, en Quevedo, se presenta de una forma contradictoria: por un lado vence la angustia del tiempo que transcurre inexorablemente, pues perdura más allá de la muerte. Pero, por otra parte, este sentimiento está dirigido a un ideal inalcanzable y, por tanto, es una frustración más. Como otros poetas barrocos, define el amor como un conjunto irreconciliable de elementos contrarios:
Paradójicamente, Quevedo, que fue desamorado y misógino, y que apenas cantó a mujeres concretas, es nuestro máximo poeta del amor, concebido por él como la única fuerza capaz de vencer a la muerte. Se ha dicho que este soneto es, probablemente, el mejor de la literatura española:
Gran parte de los poemas de amor se deben al hombre que ama al amor, que anhela amar y ser amado, mas sufre decepción por la convivencia: nunca fue dichoso en el amor y su fracaso matrimonial, casado tardíamente, fue buena prueba de ello. Con toda seguridad inventó a Lisi, su musa quimérica, y a ella dedicó sus composiciones amorosas. En este soneto aparece el amor como un ideal inalcanzable:
Poesía satírico burlesca
La poesía satírica de Quevedo se basa en los rasgos típicamente conceptistas: el poeta construye conceptos con ingeniosos juegos de palabras y metáforas. Además, utiliza léxico procedente de registros muy variados: desde el nivel culto hasta el coloquial.
El objetivo que el autor persigue es el humor y, sobre todo, la crítica de algunos personajes reales de la época (enemigos o rivales suyos, como el propio Góngora) y de ciertos hábitos sociales. En este sentido, llama la atención la mordacidad con que ataca la hipocresía, la ambición desmedida de poder, la corrupción política, la pedantería, etcétera.
Los tópicos literarios sobre la belleza femenina quedan cuestionados y ridiculizados en este soneto de Poemas satíricos y burlescos: “Riesgo de celebrar la hermosura de las tontas”
La misoginia de Quevedo es evidente en este otro soneto:
"Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
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