La idea es un engendro puramente americano: si hay un problema con las armas, la solución solo pueden ser más armas. O como lleva años repitiendo el lobi de la Asociación Nacional de Rifle (NRA): "Para frenar a una mala persona con un arma, es necesaria una buena persona con un arma". Esa es una de las tesis que ha abrazado el presidente de Estados Unidos tras la matanza de hace una semana en el instituto de Parkland, donde murieron tiroteados 17 estudiantes y profesores. En una reunión en la Casa Blanca con algunos supervivientes de la tragedia, Donald Trump se mostró el miércoles favorable a armar a los profesores para que puedan hacer frente a los potenciales asaltantes. No es la primera vez que lo dice ni tampoco es una idea suya. La NRA lleva vendiéndola insistentemente desde la masacre en la escuela de primaria de Sandy Hook en 2012.
Trump ha querido matizar el jueves sus palabras, tras acusar a la prensa de tergiversarlas. El republicano ha dicho que no quiere armar a todos los profesores, sino a todos aquellos maestros "adeptos a las armas que tengan formación militar o especial" para que puedan llevar pistolas ocultas en la ropa. "Un 20% de profesores, que son muchos, tendrían la posibilidad de disparar inmediatamente si un loco salvaje se presenta en un colegio con malas intenciones. Los profesores bien formados también servirían como elemento de disuasión frente a los cobardes. Una escuela libre de armas es un imán para la gente malvada. Los ataques se acabarían", ha escrito en las redes sociales.
Zonas libres de armas
Los colegios de primaria y secundaria en Estados Unidos son en gran medida zonas libres de armas desde 1990, cuando se aprobó una ley federal que prohíbe ir armado a menos de 300 metros de distancia de un centro escolar. Pero muchos de ellos, particularmente los institutos, cuentan con vigilantes armados en las puertas y detectores de metales por los que tienen que pasar los estudiantes. En los campus universitarios, el panorama es diferente. En 12 estados, tanto los estudiantes como los profesores que disponen de permiso para llevar armas ocultas pueden portarlas dentro del campus y otros 21 dejan que sean las propias universidades las que decidan su política.
La propuesta de Trump para armar a "un 20%” de los profesores implicaría formar en el manejo de las armas a unos 640.000 maestros en todo el país, según los cálculos del 'Washington Post'. Pero la idea cuenta, entre otros, con la oposición de los principales sindicatos de profesores. "Meter más armas en los colegios no sirve para proteger a nuestros estudiantes y educadores. Nuestros alumnos necesitan más libros, programas de música y arte, enfermeros y psicólogos", ha dicho la presidenta de la Asociación Nacional de Educación.
"Grandes patriotas"
Trump, que se ha referido a los líderes de la NRA como "grandes patriotas americanos", también está contemplando otras medidas. Algunas son menos controvertidas, como la propuesta para mejorar el sistema para prevenir que las personas con antecedentes penales puedan comprar. O de elevar de los 18 años a los 21 la edad para adquirir un rifle automático. Y es que como han recordado estos días los estudiantes de Parkland, en EEUU no se puede beber cerveza a los 18 años, pero sí comprar un arma de guerra.
¡Oh más dura que mármol a mis quejas y al encendido fuego en que me quemo más helada que nieve, Galatea! Estoy muriendo, y aun la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas, que no hay sin ti el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea ninguno en tal estado, Comentario 1 de ti desamparado `[...]
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Por ti el silencio de la selva umbrosa, por ti la esquividad y apartamiento del solitario monte m’agradaba; por ti la verde hierba, el fresco viento, el blanco lirio y colorada rosa y dulce primavera deseaba. ¡Ay, cuánto m’engañaba! ¡Ay, cuán diferente era Comentario 2 y cuán d´otra manera (preferible el comentario de lo que en tu falso pecho se escondía! "danielito") Bien claro con su voz me lo decía la siniestra corneja, repitiendo (corneja: ave parecida la desventura mía. cuervo, de menor tamaño) Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta, reputándolo yo por desvarío, vi mi mal entre sueños, desdichado! Soñaba que en el tiempo del estío llevaba (por pasar allí la siesta) a abrevar en el Tajo mi ganado; y después de llegado, sin saber de cuál arte, por desusada parte y por nuevo camino el agua s’iba; ardiendo yo con la calor estiva, el curso enajenado iba siguiendo del agua fugitiva. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Tu dulce habla ¿en qué oreja suena? Tus claros ojos, ¿a quién los volviste? ¿Por quién tan sin respeto me trocaste? Tu quebrantada fe, ¿dó la pusiste? ¿Cuál es el cuello que como en cadena de tus hermosos brazos anudaste? No hay corazón que baste, aunque fuese de piedra, viendo mi amada hiedra de mí arrancada, en otro muro asida, y mi parra en otro olmo entretejida, que no s’esté con llanto deshaciendo hasta acabar la vida. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. NEMOROSO Corrientes aguas puras, cristalinas, árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, Comentario 3 hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno: yo me vi tan ajeno del grave mal que siento, que de puro contento con vuestra soledad me recreaba, donde con dulce sueño reposaba, o con el pensamiento discurría por donde no hallaba sino memorias llenas d’alegría.
Y en este mismo valle, donde agora
me entristezco y me canso en el reposo,
estuve ya contento y descansado,
¡Oh bien caduco, vano y presuroso!
Acuérdome, durmiendo aquí algún hora,
que, despertando, a Elisa vi a mi lado.
¡Oh miserable hado!
¡Oh tela delicada,
antes de tiempo dada
a los agudos filos de la muerte!
¿Dó están ahora aquellos claros ojos
que llevaban tras sí, como colgada,
mi alma, doquier que ellos se volvían?
¿Dó está la blanca mano delicada,
llena de vencimientos y despojos,
que de mí mis sentidos l’ofrecían?
Los cabellos que veían
con gran desprecio al oro
como a menor tesoro
¿adónde están, adónde el blanco pecho?
¿Dó la columna qu’el dorado techo
con proporción graciosa sostenía?
Aquesto todo ahora ya s’encierra,
por desventura mía,
en la escura, desierta y dura tierra.
¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
cuando en aqueste valle al fresco viento
andábamos cogiendo tiernas flores,
que habia de ver, con largo apartamiento,
venir el triste y solitario día
que diese amargo fin a mis amores?
El cielo en mis dolores
cargó la mano tanto,
que a sempiterno llanto
y a triste soledad me ha condenado;
y lo que siento más es verme atado
a la pesada vida y enojosa,
solo, desamparado,
ciego, sin lumbre en cárcel tenebrosa.
Como al partir del sol la sombra crece,
y en cayendo su rayo, se levanta
la negra escuridad que’l mundo cubre,
de do viene el temor que nos espanta
y la medrosa forma en que s’ofrece
aquella que la noche nos encubre
hasta que’l sol descubre
su luz pura y hermosa,
tal es la tenebrosa
noche de tu partir en que he quedado
de sombra y de temor atormentado,
hasta que muerte’l tiempo determine
que a ver el deseado
sol de tu clara vista m’encamine.
Tengo una parte aquí de tus cabellos,
Elisa, envueltos en un blanco paño,
que nunca de mi seno se m’apartan;
descójolos, y de un dolor tamaño
enternecer me siento que sobre’llos
nunca mis ojos de llorar se hartan.
Sin que d’allí se partan,
con sospiros calientes,
más que la llama ardientes,
los enjugo del llanto, y de consuno
casi, los paso y cuento uno a uno;
juntándolos, con un cordón los ato.
Tras esto el importuno
dolor me deja descansar un rato.
Divina Elisa, pues agora el cielo
con inmortales pies pisas y mides,
y su mudanza ves, estando queda,
¿por qué de mí te olvidas y no pides
que se apresure el tiempo en que este velo rompa del cuerpo y verme libre pueda,
y en la tercera rueda,
contigo mano a mano,
busquemos otro llano,
busquemos otros montes y otros ríos,
otros valles floridos y sombríos
donde descanse y siempre pueda verte
ante los ojos míos,
sin miedo y sobresalto de perderte?
[...]
De los 38 sonetos de este autor renacentista, he seleccionado los más destacados:
Soneto V
Escrito ’stá en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo:
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de vivir, y por vos muero.
El Soneto V desarrolla un conocido motivo de raigambre neoplatónica: el del rostro (gesto) de la amada grabado (escrito) en el alma del amante. Y no es sólo que en su alma esté impreso el retrato de su enamorada (v. 1), sino que además está también allí todo cuanto va a escribir de ella, de forma que él tan sólo debe leerlo (vv. 2-4). El amante, con su inteligencia, no es capaz de aprehender toda la belleza y bondad de la amada («no cabe en mí cuanto en vos veo», v. 6), pero se fía ciegamente de ella, tiene fe («lo que no entiendo creo», v. 7; una fe que, más que misterio religioso, es en este caso confianza plena en la superioridad del objeto amado.
Los tercetos finales son, sin duda, espléndidos: la mujer amada es como un vestido (hábito) cortado a la medida del alma del amante quien, en una contradicción muy típica —el amor es una cosa y también la opuesta, el amor es siempre contrario de sí mismo…—, por ella vive y muere igualmente por ella.
Soneto XIII
A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que’l oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aún bullendo ’staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
El Soneto XIII nos traslada al terreno de la mitología, que suele tener siempre una doble función: estética (los mitos son historias bellas, que permiten un tratamiento artístico de la materia) y simbólica (el personaje mitológico es un ejemplo positivo que imitar, o negativo que evitar).
Aquí el yo lírico utiliza un argumento mitológico (la fábula de Apolo y Dafne, que Garcilaso) para expresar el propio sentir amoroso. De nuevo, el recuerdo del amor perdido hace aumentar el dolor del yo lírico, igual que le sucediera a Apolo: enamorado de la ninfa Dafne, la persigue a la carrera para gozarla; cuando la ninfa va a ser alcanzada, su padre (u otra divinidad, según las distintas versiones del mito) se apiada de ella y la transforma en laurel (eso significa dafne en griego); desde entonces, ese árbol —que Apolo hace crecer con sus lágrimas— quedará consagrado al dios y servirá de premio a los poetas más excelsos.
El soneto destaca por su plasticidad, por su gran fuerza visual, pues refiere el momento exacto de la metamorfosis de Dafne en laurel (conviene leer el soneto teniendo a la vista una reproducción de la escultura de Bernini que recrea el mismo mito).
Soneto XXIII
En tanto que de rosa y d’azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;
y en tanto que’l cabello, que’n la vena
del oro s’escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello, blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena,
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que’l tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.
El Soneto XXIII desarrolla dos tópicos clásicos, la descriptio puellae (descripción canónica de los elementos de la belleza de la amada, utilizando una serie de términos de comparación tópicos) y el carpe diem (exhortación a la amada para que goce de su belleza y juventud antes de que sea demasiado tarde).
Años más tarde (ya en el Barroco) Góngora con sufamoso «Mientras por competir con tu cabello…», toca el mismo tema y presenta una estructura constructiva similar (basada en la anáfora de En tanto que…y de Mientras…, respectivamente).
Mientras por competir con tu cabello oro bruñido al sol relumbra en vano, mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello, siguen más ojos que al clavel temprano, y mientras triunfa con desdén lozano del luciente cristal tu gentil cuello,
goza cuello, cabello, labio, frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o víola troncada se vuelva, mas tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Soneto XXXVIII
Estoy continuo en lágrimas bañado,
rompiendo siempre el aire con sospiros,
y más me duele el no osar deciros
que he llegado por vos a tal estado;
que viéndome do estoy y en lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huïros,
desmayo, viendo atrás lo que he dejado;
y si quiero subir a la alta cumbre,
a cada paso espántanme en la vía
ejemplos tristes de los que han caído;
sobre todo, me falta ya la lumbre
de la esperanza, con que andar solía
por la oscura región de vuestro olvido.
El último soneto de Garcilaso retoma el motivo del llanto y los suspiros eternos del enamorado, a quien ya no le queda luz ni ningún tipo de esperanza para recorrer el «camino estrecho de seguiros» (dificultosa senda ascensional esta del ejercicio del amor, en la que muchos otros antes que él han caído: «a cada paso espántanme en la vía / ejemplos tristes de los que han caído», vv. 10-11). El amante se detiene a analizar su estado anímico, que es de confusión, de caos mental, de total enajenamiento, perdido como se halla en errabundo deambulaje «por la oscura región de vuestro olvido».
Crear
palabras nuevas está en la naturaleza misma del idioma y en la
capacidad lingüística de sus hablantes. Todos creamos palabras nuevas
constantemente. El meollo lingüístico reside en que la palabra portavoz no es igual a otros términos ya feminizados como arquitecto.
El
«portavoces y portavozas» que pronunció Irene Montero el martes pasado
se ha convertido sin duda en el tema lingüístico de la semana. En los
últimos días hemos asistido a una avalancha de declaraciones, polémicas,
reivindicaciones y burlas en torno a la forma portavoza,
además de al ya tradicional aluvión de preguntas que reciben los siempre
sufridos servicios de consulta de la RAE y Fundéu cada vez que se monta
una tangana lingüística.
Vaya por delante que la polémica sobre portavoza es
al debate gramatical lo mismo que el vestido de Pedroche a los debates
sobre feminismo. La situación en la que se produjo el momento portavozas es
un escenario artificial creado con el objetivo de atraer atención
mediática y generar una polémica sobre un asunto socialmente candente
(el lenguaje inclusivo). En cualquier caso, como en el caso de los
vestidos de Pedroche, resulta muy elocuente ver las pasiones que
despierta este tema y comprobar la susceptibilidad con la que algunos
han recibido el término.
| Elena Álvarez Mellado (eldiario.es, España)
ARTÍCULO 2
Sobre 'pilota', 'portavoza', 'miembra' y otros femeninos
SALVADOR GUTIÉRREZ ÓRDOÑEZ
"De
vez en cuando los políticos sacuden la conciencia normativa de los
ciudadanos con la propuesta de femeninos rupturistas. Así ocurrió con jóvenas, miembra y, estos últimos días, con el uso de portavoza.
En tales casos, se producen debates intensos, incluso encarnizados,
que, con independencia del costado al que se incline la razón, denotan
una saludable preocupación por la salud y pureza de la lengua. Todos
hemos interiorizado en los años de formación, primero, y, luego, a lo
largo de toda la vida, una preocupación por las normas de la corrección
(el recte loquendi del que hablaban dos gramáticos hispánicos de relieve universal: Quintiliano y Nebrija).
Es normal asimismo que, en el fragor de la discusión, los ciudadanos
airados giren la mirada hacia los gramáticos y hacia los académicos
pidiendo una condena inquisitorial ("crucifícalo, crucifícalo"). Las
personas menos airadas, pero sorprendidas, solicitan una aclaración:
"¿Está bien dicho?".
En las discusiones sobre la corrección de una forma o de una expresión lingüística conviene diferenciar dos conceptos: el sistema y la norma. El sistema
es el marco formal que establece las posibilidades de variación o de
combinación que permite la lengua. Muchas de esas posibilidades no están
aplicadas o explotadas por el uso, a causa de diferentes razones. La norma
recoge lo que en un momento dado los hablantes consideran correcto. El
sistema es estable, cambia con extrema dificultad. Sin embargo, la norma
es variable, tornadiza. Depende de la valoración del pueblo.
Pongamos
algunos ejemplos. El sistema de la lengua nos dice que el femenino de
sustantivos de profesiones se forma morfológicamente añadiendo la
desinencia -a al masculino. Sin embargo, por diversas razones (muchas
veces relacionadas con la realidad social), esa posibilidad del sistema
no siempre se realiza. En las Cortes de Cádiz el término diputado
era masculino y solo designaba a varones, pues la mujer no podía ser
elegida parlamentaria. Cuando alcanza este derecho, el término diputada,
perfecta según el sistema de la lengua, chocaba con la costumbre, con
la norma, por lo que se prefirió durante algún tiempo diferenciar el
sexo solo a través del artículo (el diputado/la diputado). Más tarde, el uso generalizará la forma femenina y hoy decimos con toda naturalidad diputada.
Más
cercano tenemos el caso del arbitraje. En la dirección de los partidos
de fútbol y de otros deportes, en un principio solo teníamos la forma árbitro.
Cuando acceden las mujeres a esta profesión, al principio la norma de
los hablantes (guiada por la costumbre) rechaza el femenino árbitra, que es perfecta según el sistema de la lengua. Se acudía la forma común: el árbitro y la árbitro. Pero pasó el tiempo, y hoy hemos incorporado el femenino árbitra con toda normalidad.
En
ocasiones, posibles femeninos, formados siguiendo las normas de la
lengua, encuentran restricciones a causa de prejuicios sociales o
corporativos. Los femeninos jueza y fiscala, bien construidos, sufrieron (y a veces sufren) rechazo normativo, hecho que ya no ocurría con abogada, catedrática ni magistrada. Otro caso de rechazo corporativo de femeninos perfectamente formados es el de los grados militares: sargenta, tenienta, caba, soldada...
Un
resumen de lo hasta aquí expuesto, sería aconsejar que, cuando se
presente un problema en la formación de un femenino de profesión, lo
mejor es atenerse al sistema, ya que la norma "è mobile". Abundemos
ahora en un caso reciente: el femenino de piloto. Dado el escaso número de mujeres que intervenía en competiciones automovilísticas o en la dirección de vuelo, la palabra piloto no había desarrollado la forma femenina que le permite el sistema de la lengua. Era un término común en cuanto al género: el piloto y la piloto. Cuando aparece el femenino la pilota y las pilotas
surgen el escándalo o la inquietud. Existen dos tipos de preguntas: una
se dirige a la norma ("¿Es correcto decir la pilota?"); la otra se
dirige al sistema de la lengua ("¿Está bien formado el femenino la pilota?"). A la primera se responde: en la norma actual, el uso sancionado como correcto por la mayoría hablantes es el piloto-la piloto.
Sin embargo, la respuesta adecuada a la segunda pregunta es que el femenino la pilota
está bien formado según el sistema de la lengua. Así se han creado
múltiples femeninos de profesiones que, en un principio, pudieron
resultar extraños, pero que hoy nos son familiares: bombera, bedela... Y, aunque algunos oídos rechinen, ya se está asistiendo al uso de obispa, ujiera... también formados correctamente según el sistema de la lengua.
Vayamos
ahora con la segunda parte: ¿Y no existen restricciones en la
aplicación de esta regla de formación en los femeninos de profesiones?
Sí existen, pero no son absolutas.
Veamos, en primer lugar, el femenino miembra.
¿Está bien formado según el sistema? La respuesta es positiva. ¿Está
aceptado por el juicio normativo de los hablantes? La respuesta es "aún
no". La causa del rechazo proviene de las connotaciones. Resulta que los
femeninos de sustantivos que designan individualidades suelen venir
cargados de asociaciones negativas: así ocurre con tipa, individua, elementa, fulana, prójima, e incluso socia. Sería difícil que miembra se librara de una connotación peyorativa.
Por las redes ha circulado estos días una crítica mordaz a los ignorantos e ignorantas que forman femeninos de antiguos participios de presente: no decimos cantanta, escribienta, atacanta,
etc. Esta es, efectivamente, una de las restricciones originarias en la
formación de femeninos en -a, pero no una restricción absoluta. En el
inicio de la lengua se decía la infante, la parturiente, la sirviente; pero hoy se han generalizado la infanta, la parturienta, la sirvienta, la presidenta, la gobernanta, la clienta, la intendenta, la gerenta... Que no se digan aún cantanta, estudianta, videnta... es cuestión de norma, es decir, de aceptación de los hablantes (hecho mudable), no prohibición del sistema.
Algunas
terminaciones de sustantivos presentan alguna resistencia a la creación
de femeninos en -a, pero, como en los casos anteriores, la resistencia
no es absoluta. No se usa cancillera, crupiera, sumillera, pero tenemos normalizado bachillera. Junto a lo extraño de alféreza, hallamos jueza y aprendiza.
En cambio, sí parece representar una ruptura del sistema el femenino portavoza, al menos mientras se mantenga la conciencia de que se trata de una palabra compuesta, formada por la unión de porta y de voz
(que ya es femenina y no designa persona). Pero tampoco en este caso
quiero sentar cátedra. La lengua es caprichosa. En la calle he oído más
de una vez el femenino guardiacivila.
Salvador Gutiérrez Órdoñez es catedrático de Lingüística, miembro de la RAE y consejero de Fundéu (10/02/18 El Mundo)
Entre las conclusiones aprobadas la semana pasada en Bruselas por el Consejo Europeo en relación con la crisis económica, están las referidas a España. En síntesis, el Consejo le pide a nuestro país que acometa cuanto antes las reformas pendientes -lo que viene a significar, pues somos arte y parte, que España se lo pide a sí misma-. Y el caso es que entre las muchas y variadas reformas que, según esas conclusiones, debemos acometer, destacan las educativas. A todos los niveles. Por un lado, hay que reducir drásticamente el fracaso escolar y aumentar de forma considerable el número de bachilleres. Por otro, hay que adaptar con urgencia la universidad a las exigencias del proceso de Bolonia. Y, además, lo mismo en un caso que en otro, hay que hacerlo con una visión de conjunto, sin que ninguna autonomía quede descolgada, como si eso que llamamos España fuera en verdad un Estado indiviso.
Es cierto que el Consejo se limita a pedir. Pero no deja de resultar significativo que sus peticiones incluyan la necesidad de una reforma del sistema educativo. Si algo hemos tenido en España en los últimos años y en este terreno, han sido precisamente reformas. Tres en dos décadas -por no recular más en el tiempo-. Primero fue la LOGSE en 1990, de gran calado; luego, la efímera y desventurada LOCE en 2002, y finalmente, en 2006, la LOE, versión actualizada de la primera de las tres. Así pues, salvo el breve periodo en que estuvo vigente la LOCE -que devolvía al modelo de enseñanza algo de cordura-, no hemos hecho sino revolucionar los pilares tradicionales del sistema, hasta el punto de que hoy en día, vistos los resultados del proceso, puede afirmarse, emulando las viejas palabras de Alfonso Guerra y confirmando su pronóstico, que la educación en España ha cambiado tanto que ya no la conoce ni la madre que la parió.
En esas condiciones, ¿qué reforma puede emprenderse para tratar de que los jóvenes españoles -como ocurre en la gran mayoría de países de la UE y del mundo desarrollado- finalicen sus estudios obligatorios con bagaje suficiente y una orientación adecuada para afrontar, o bien la enseñanza posobligatoria e incluso la superior, o bien la formación profesional? Pues, ciertamente, no una reforma que abunde en lo ya existente, en esa costumbre de ir facilitando la promoción de curso en curso aunque el alumno no sepa nada, en ese aprobar suspendiendo, hasta que llega el momento fatal -no importa si en los primeros o en los últimos peldaños- en que se pierde pie.
Claro que, para eso, el Consejo Europeo debería empezar dando ejemplo y no permitiendo que España, en tanto que país miembro, siguiera aprobando y, a un tiempo, suspendiendo.
2. Tema y resumen del texto
A. Indique el tema del texto (puntuación máxima: 0.5 puntos).
El texto presenta como tema fundamental la necesidad de una reforma educativa en nuestro país y las dificultades que ello representa.
B. Resuma el texto (puntuación máxima: 1 punto).
Entre las reformas propuestas por el Consejo Europeo en relación con la crisis económica y España están las referidas a la cuestión educativa y el fracaso escolar. En opinión del autor, no se trata de un asunto fácil de resolver debido a diversas razones: en primer lugar, la diversidad cultural y política de nuestro país, manifiesto en las distintas comunidades autónomas existentes; además, menciona los fracasos de las reformas experimentadas desde la aparición de la LOGSE en 1990; finalmente, considerando tales precedentes, se centra en una cuestión ampliamente debatida: la de aprobar suspendiendo, es decir, sin llegar a dominar una materia. Ante tal panorama, llega a preguntarse si España está en condiciones de afrontar tal reforma educativa y concluye en que habría que cambiar radicalmente las leyes existentes.
3. Explique los modos de expresión de la subjetividad presentes en el texto (puntuación máxima: 2 puntos).
La subjetividad en el texto se expresa mediante los llamados mecanismos de modalización. La modalización —en este sentido— atiende a la presencia del emisor en el propio texto. Esta presencia se percibe a través de diferentes elementos lingüísticos llamados modalizadores. Dado el carácter argumentativo del texto que nos ocupa y la abundancia de elementos modalizadores, destacamos a continuación los más sobresalientes:
– En relación con la modalidad oracional y comunicativa, en el texto observamos expresiones irónicamente dubitativas (como si eso que llamamos España fuera en verdad un Estado indiviso); claramente asertivas, (para eso, el Consejo Europeo debería empezar dando ejemplo y no permitiendo que España, en tanto que país miembro, siguiera aprobando y, a un tiempo, suspendiendo) o interrogativas de carácter apelativo (¿qué reforma puede emprenderse...?).
– Léxico valorativo: por no recular más; no hemos hecho sino revolucionar; devolvía al modelo de enseñanza algo de cordura...; efímera y desventurada LOCE...; Adverbios modalizadores: ciertamente...
– Los signos de puntuación. En este apartado resultan significativos los cinco incisos que el autor inserta entre guiones. En todos los casos se desprende de los mismos subjetividad y opinión: España se lo pide a sí misma (como si se tratara de una paradoja); no más recular; más cordura; autoridad del resto de países de la UE; independencia del nivel en que se aplique el sistema adecuado.
– En cuanto a los verbos, aunque el texto no muestre una clara predisposición al uso de la primera persona verbal, está claro que se trata de una opinión propia, subyacente en la primera persona plural que ejemplifica la expresión no hemos hecho sino revolucionar... Respecto a los modos verbales, habría que destacar el uso del subjuntivo y del condicional: El Consejo Europeo debería empezar dando ejemplo; no una reforma que abunde en lo ya existente...